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Mostrando entradas de febrero, 2017

El juicio de la señorita R - Capítulo II

Así, queridos jueces, su red quedó tejida, red que me amarraba con sus hilos de mentiras, red que me amarraba con amenazas suicidas, red que me amarraba para amarrarle a la vida. Red que me amarró, para en él quedar perdida. Mi deseo de cuidarle se convirtió en mi obligación y su ansia de atarme fue su «protección». Sus deseos se expresaban con manipulación y a mi ansia de ser libre la mató la sumisión. Sin libertad, sin amigos, sin opinión, sin nada en que creer, femenina, callada, vacía, maquillada para él. En mi alma y cuerpo tenía que recaer la idea perfecta de lo que es una mujer. Así, queridos jueces, su urna quedó cerrada, urna que me encerraba para por él ser admirada, urna de cristal para la señorita R creada. 

El juicio de la señorita «R» — Capítulo I

De nuevo, queridos jueces, ante ustedes me hallo, para contaros mi historia de dolor y desamparo. Juro que aunque lo crean, porque el contrato he firmado, no soy la culpable, yo no creía en ese trato:                                       Todo comenzó con la «perfecta» relación, lugares preciosos, palabras de amor. Pantanos, montañas, playas, sueños, ficción. Y yo sin saber que la vida, por ser cuento, no es mejor. Con los cuentos de hadas, vino la melancolía, su tristeza, su desdicha, su desdén hacia la vida, sujetas a otra letra de su alfabeto de mentiras. Lo siento, queridos jueces, no pude ver su falsedad, por favor, no me culpen por su juego confesar, culpen al sistema por su inocencia secundar.

Antítesis de sentimientos

Por ti haré gritar al silencio y reír a la tristeza. Daré valor al miedo Y empobreceré a la riqueza. Por ti haré suplicar al orgullo y  susurrar al escándalo. Haré claros los murmullos y oscureceré a los relámpagos. Por ti haré llorar a la indolencia, y sonrojarse al descaro. Retorceré a la inocencia y cuidaré al desamparo. Por ti te querré como jamás nadie te ha odiado.

De alma presente

Las cartas sobre la mesa, con la fe perdida, escupo mi valentía, para hacerte frente. Cartas de esperanza reducidas a cenizas, cenizas que martirizan a mi dolor ya ausente. Mi fe hecha pedazos, destrozada y abatida, perdió su  valía para volverme valiente. La espera hace crecer, a mi desesperada osadía. que te espera  endurecida y de alma presente.