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El juicio de la señorita R - Capítulo II

Así, queridos jueces, su red quedó tejida,
red que me amarraba con sus hilos de mentiras,
red que me amarraba con amenazas suicidas,
red que me amarraba para amarrarle a la vida.
Red que me amarró, para en él quedar perdida.

Mi deseo de cuidarle se convirtió en mi obligación
y su ansia de atarme fue su «protección».
Sus deseos se expresaban con manipulación
y a mi ansia de ser libre la mató la sumisión.

Sin libertad, sin amigos, sin opinión, sin nada en que creer,
femenina, callada, vacía, maquillada para él.
En mi alma y cuerpo tenía que recaer
la idea perfecta de lo que es una mujer.

Así, queridos jueces, su urna quedó cerrada,
urna que me encerraba para por él ser admirada,
urna de cristal para la señorita R creada. 

Comentarios

  1. Ole, se puede decir más alto, pero no más claro. Compromiso a tope...

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