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La caja

En un día como otro,
la triste dama despertó,
se sentó en su blanda cama
y miró a su alrededor.

Todo era gris, todo oscuro
—o tal vez ella lo veía así—,
no encontró un solo objeto,
que lograra hacerla sonreír.

Mirando hacia los lados,
se percató de un rincón
con una caja de madera
que nunca antes observó.

Con desgana se puso en pie
para hacia el rincón caminar,
no le movió la amargura,
sino su gran curiosidad.

Agachada frente a la caja
en un problema reparó,
una enorme cerradura
escoltaba su interior.
  
De nuevo hacia los lados
su vista se dirigió,
no había rastro de la llave,
desesperanzada se alzó.

Al alejarse del suelo,
un tintineo escuchó,
miró hacia abajo
y con la llave se encontró.

Siempre estuvo en su poder,
pero nunca lo notó,
se hallaba entre su alma,
mente y corazón.

Con intriga cogió la llave
y hacia la cerradura la llevó,
las piezas coincidieron
y la rápido caja se abrió.

Cuán grande la sorpresa,
cuando se vio sonreír,
a su alrededor, todo a colores
—o tal vez ella lo veía así—.

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